29 diciembre 2005

El Estado

Independiente de su naturaleza, este organismo a lo largo de la historia no solo a amparado y protegido la brutal distribución del capital, sino que también se ha encargado de reprimir, aislar y despojar constante y progresivamente a quienes han exigido de forma pasiva o activa solo una cosa: justicia, no esa justicia contenida en su malformada constitución, sino que la justicia entendida como igualdad, respeto y dignidad hacia todos los hombres.


Cierto es, que en un sistema como el actual, el Estado pierde día a día el control sobre la economía, sobre la creación y distribución del capital. Ahora surge una idea que podría parecer contradictoria a lo expresado con anterioridad, pero en realidad no lo es. Cual es el objetivo a atacar: ¿El Estado, que con su poder protege y ampara la injusticia, o los “dueños del capital”, ladrones o empresarios protegidos por el Estado?. Bueno, la historia y la lógica nos permiten formular una respuesta acertada. Sea cual sea la naturaleza del Estado, los protegidos serán siempre aquellos que financien su existencia, sean estos particulares, asociaciones o el mismo pueblo. Aquí, no planteamos uno u otro sistema de gobierno, solo pretendemos descubrir el camino a seguir para lograr un cambio social efectivo, no político.


La razón de ser del Estado radica en sus amparados (quienes poseen el capital); destruidos o desarticulados los amparados, el Estado permanecerá distante e incapacitado a la espera del grupo que ha de adjudicarse la victoria, para luego abrir sus alas y protegerle. Pero esta victoria ha de ser completa, debe de serlo. Si esto no ocurriese, el Estado, independiente de su constitución (civil o militar), sería forzado a exterminar a los causantes del cambio, a los perdedores, a quienes intentaron liquidarle.